La trampa del deseo

En La trampa del deseo, aquí se reinterpreta un gesto universal —el acto de dar y recibir— para señalar la precariedad moral de nuestra era. La divinidad del intercambio se ha transformado: ya no se ofrece vida ni conocimiento, sino dinero, y con él, la promesa vacía del progreso individual.

El billete, colocado en una trampa, se convierte en metáfora del sistema que nos enseña a perseguir recompensas que al final nos aprisionan. La mano que se extiende hacia el dinero representa al ciudadano contemporáneo, atrapado entre la necesidad y la ilusión del éxito.

Esta obra desnuda la violencia silenciosa del capitalismo cotidiano: la dependencia del consumo, la deuda, la explotación disfrazada de oportunidad. El gesto de alcanzar el dinero es, aquí, un acto de fe moderna, una religión del mercado que reemplaza la espiritualidad por el deseo de poseer.

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